Nuestro rayo que no cesa

Miguel, unos treinta y tres años,
pastor de barro y romero,
porque tampoco olía a sebo.
Miguel, persiguiendo sueños
soñar con marcharse
dejando el caldero.
Y así fue, se marchó,
un mayo florido
de granizo y truenos.
Se marchó
pero no a un Madrid más pequeño.

El rayo que no cesa
entró por su cabeza.
Por la nuestra.

Ubres huérfanas.
Hijas sin padre.
Esposa desmayada.
Hermanas enloquecidas
Hermano desintegrado.
Padres enterrados en vida.
Sobrinos marcados.
Ese rayo que no cesa
ni en mí ni en ellos.

A mi tío Miguel L.G.
Raquel L.I


Poesía visual sobre Miguel Hernández en el CDS de Peñaranda de Bracamonte, Salamanca
 Una tarde de verano
llegué a sentirme culpable
por admirar la belleza de las tormentas.


^[Después de conocer sorprendente e inesperadamente a
 Raúl Vacas y Mili Vizcaíno  recitando a Miguel Hernández,
después de sangrar un recuerdo con su música y sus palabras.]

3 comentarios:

Elchiado dijo...

El rayo que no cesa... mi niña (puedo llamarte mi niña, noooo?), intuyo que detrás de tus nubes, tan variadas, tan variables... escondes tormentas impredecibles, un estallido inesperado de energía contagiosa e incontenible... hoy te siento así: pletórica, eléctrica, con toda la chispa capaz de prender cualquier ojos. Y me gusta esa sensación. Me gustas así (me gustas siempre, vaya) Un besazo

Elchiado dijo...

Quise decir cualesquiera ojos... o cualquier mirada... tú ya sabes... que es tarde... que me voy ahora pa estepona... y que ya no doy pie con teclaaaaa... Más besossss

NubOsidad VaRiable dijo...

Puedes llamarme como quieras mi niño ;) porque nunca dejas de sorprenderme.
(Incluso sonrojarme jaja)
Variadas variables iba a ser el título de la siguiente entrada y vas tú, y te adelantas!
Me encanta!