Los pozos se disfrazan de piscinas

Las Hermanas CocoRosie
me mecen en la hamaca de sus melodías,
y traspaso la frontera de lo real con mucha facilidad.
O no.
Bajo de un tren, recorro un andén, atravieso un vestíbulo,
no uno como el de una estación cualquiera,
sino uno con vestuarios, duchas y gente paseándose en albornoz.
Y al final de un estrecho y húmedo pasillo,
una piscina.
Otra vez.
Y algo me empuja a tirarme de cabeza.
A seguir nadando contracorriente, como los salmonetes.
A ratos, el agua me acaricia.
Pronto siento mis piernas de carne y hueso
y un reloj me avisa de la siguiente salida.
Me apresuro, salgo, me seco, busco mi maleta, no la encuentro, busca la puerta, no la encuentro,
me impaciento, escucho por megafonía el último aviso, de lejos,
y yo sigo sin encontrar mi equipaje, ni la puerta.

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